ASPIRANTE A MAGO

Le faltarán, al menos, un par de centímetros para alcanzar la barra del trapecio. Me pregunto qué me ofrecerá ahora. Lo primero que intentó venderme fue su alma. No te precipites, le frené, ofréceme algo menos definitivo para empezar. ¿Mi dinero?, me preguntó. De acuerdo, respondí, una segunda oportunidad a cambio de tu dinero. Se arruinó. Luego perdió el habla, después el olfato y el corazón. Finalmente, el alma. Aun así, está a punto de fallar de nuevo. Supongo que ahora me ofrecerá sus recuerdos de infancia. Yo aceptaré, y acabará olvidándolo todo, incluso a su madre exhortándole a que se dedicara a cualquier cosa menos al circo.

El circo. La cuestión es... ¿cómo escapar del circo?. Fuente: http://upload.wikimedia.org/wikipedia/en/6/67/Apollo_17_Image_Of_Earth_From_Space.jpeg
El circo. La cuestión es… ¿cómo escapar del circo?. Fuente: http://upload.wikimedia.org/wikipedia/en/6/67/Apollo_17_Image_Of_Earth_From_Space.jpeg

EL VIGÍA CIEGO

No creo que pueda pedirse mucho más para ser un lunes por la tarde. En la ciudad es casi imposible inhalar una bocanada de aire limpio. Y los lunes es peor. Hay más tráfico, y más rápido y nervioso. No puedo ver los vehículos. Pero lo noto. Debería de ser como cualquier otro día de la semana pero en la práctica hay más ruido, más bocinazos y frenazos, más prisa, menos ganas. Gritos. Vibraciones. Golpes. Empieza la semana, la gente está nerviosa. Se nota incluso en los niños, que pasan a mi lado y me pegan más de lo normal. Ahora por la tarde todo está más tranquilo, lo peor ha pasado. La luz declina, oscurece. Se intuye la noche, el aire es más fresco. Más limpio. Se respira mejor. He sobrevivido. Un día más. Es difícil y cansado ser un árbol urbano.

 

 

Dinosaurio urbano. Foto: Víctor Guisado Muñoz.
Dinosaurio urbano. Foto: Víctor Guisado Muñoz.
La Pedrera, Barcelona. Foto: Víctor Guisado Muñoz.
La Pedrera, Barcelona. Foto: Víctor Guisado Muñoz.
Anochecer en el rompeolas, Barcelona. Foto: Víctor Guisado Muñoz.
Anochecer en el rompeolas, Barcelona. Foto: Víctor Guisado Muñoz.

CIEN PALABRAS

– Usted es el primero que franquea esta puerta.

– Ya será menos.

– Bueno -aclaró el comercial-, usted es el primero que franquea esta puerta como propietario.

– Ah, como propietario -puntualizó él, y se quedó pensativo.

Había invertido todos los ahorros de su vida en aquel piso y ahora, que por fin lo había estrenado, sólo se le ocurría decir:

– Parece más pequeño de lo que parecía sobre plano.

– No importa -había sentenciado el comercial- sea grande o pequeño es su triunfo.

– Claro – había respondido él -, mi triunfo, en esta época de crisis y desasosiego conseguir llegar a ser propietario es un gran logro, una victoria indiscutible. Por supuesto.

El comercial no había captado el tono irónico de su afirmación y se había lanzado a un largo e irreflexivo discurso sobre las ventajas de los pisos pequeños. Él no le escuchó más. Desconectó su atención de aquel torrente agotador de palabras y decidió, justo en aquel momento, adornar las paredes de su recién adquirido piso con sus propias palabras. Estamparía en aquellas paredes tan blancas un relato contemporáneo, una obra que fuera el equivalente, en aquella época convulsa, a una pintura rupestre de la prehistoria. Reflejaría en las paredes de su cueva lo que le había tocado vivir: un tiempo en el que a tanta gente se le iba la vida persiguiendo sueldos de miseria en lugar de cazando épicamente. Ahora, solo por fin, abandonado a su suerte, arropado por el silencio de la noche, sentado frente a una pared llena de palabras iluminada por una única bombilla, se daba cuenta de que el piso era tan pequeño que no le daba ni para un relato de cien palabras.

Hong Kong, 2004. Autor: Edward Burtynsky. Fuente: http://www.edwardburtynsky.com/site_contents/Photographs/China.html
Hong Kong, 2004. Autor: Edward Burtynsky. Fuente: http://www.edwardburtynsky.com/site_contents/Photographs/China.html

MIRE EL ESPEJO

– Usted es el primero que la abre.

– ¿En serio? -pregunté, incrédulo.

– Por supuesto -aseguró-, es el primero. No bromeo.

Mientras hablaba, se paseaba justo por el borde de la caja abierta. Iba y venía por el filo como un funámbulo por la cuerda y mantenía, al mismo tiempo, sus ojos fríos y brillantes clavados en mi, relamiendo su recién estrenada libertad y pavoneándose de un equilibrio que parecía imposible.

– Y al final -susurré-… estás vivo.

Pero al oír estas palabras se detuvo en seco. Me miró fijamente. Su expresión cambió. Su mirada brilló, su sonrisa se hizo más sibilina.

– ¿Quién le ha dicho que estoy vivo? -preguntó.

– Es evidente -respondí.

– ¿Usted cree? -preguntó el felino-. Mire el espejo.

Mire el espejo. Fuente: Seokmin Ko, The Square 9, http://www.seokminko.com/#!the-square/cjfy
Mire el espejo. Fuente: Seokmin Ko, The Square 9, http://www.seokminko.com/#!the-square/cjfy

 

VICTORIA CONTRA TODO PRONÓSTICO

Sin saber por qué, le di un puñetazo. El niño cayó al frío y duro suelo del lavabo y se puso a llorar. Yo abrí el grifo y bebí agua. Luego me lavé la cara y salí. El crío se quedó llorando a mis espaldas. Cuando se cerró la puerta, su llanto se atenuó y pensé que sería fácil olvidarlo. Me equivoqué. Por la noche, después de cenar, mis padres encendieron la tele y se empeñaron en ver un documental sobre chimpancés. Me obligaron a verlo con ellos. Observé cómo un grupo de chimpancés maltrataban a un chimpancé solitario, un desgraciado que no tenía amigos en el grupo, un paria, y cómo, justo después de la agresión, el desarrapado pasaba al lado de una cría indefensa y le propinaba un golpe en la cabeza, sin motivo aparente. Vomité. Mis padres no entendían nada. Les había dicho que los morados de mi cara eran debidos a una caída. Jugando a fútbol. Se lo creyeron. La cena mezclada con mis ácidos gástricos en la alfombra del salón no les hizo menos crédulos. Al día siguiente, los mayores vinieron otra vez a robarme el desayuno y el dinero. Yo les planté cara y les dije que no les tenía miedo, que no eran más que chimpancés. Se rieron. Para mi, dirigirme a ellos en esos términos era una victoria. Para ellos no fue más que un insulto. Me pegaron más y con más saña. No comprendieron que les había derrotado, que en realidad ya nunca más podrían tocarme, aunque me mataran a golpes.

Hay victorias frágiles, como dar con un verso certero, conseguir escalar un cráter en Marte o evitar que un puñetazo vaya más allá de tu piel. Fuente: http://mars.nasa.gov/mer/gallery/press/opportunity/20061115a/site_B76_664_navcam_CYP_R-B966R1.jpg
Hay victorias frágiles, como dar con un verso certero, conseguir escalar un cráter en Marte o evitar que un puñetazo vaya más allá de tu piel. Fuente: rover Opportunity al borde del cráter Victoria, en Marte. http://mars.nasa.gov/mer/gallery/press/opportunity/20061115a/site_B76_664_navcam_CYP_R-B966R1.jpg